LA LATERALIDAD CONTRARIADA:

REORIENTACIÓN Y REFORZAMIENTO

 

 

AUTOR:         LIC. FELIX DÍAZ RODRÍGUEZ

PROFESOR DEL DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA ESPECIAL

DE LA FACULTAD DE DEFECTOLOGÍA DEL INSTITUTO SUPERIOR PEDAGÓGICO ENRIQUE JOSÉ VARONA

MIEMBRO DEL LABORATORIO EXPERIMENTAL DE TRASTORNOS EMOCIONALES DEL CELAEE.

 

El resultado de la simetría funcional del cerebro fue abordado por sociedades tan antiguas como Grecia, Roma, China, Egipto y el mismo Platón hace 2500 años dedicó más de una reflexión al problema de la diferenciación manual, sin embargo, hace solo cincuenta años que se ha logrado avanzar en los estudios del predominio cerebral con una dimensión científicamente espectacular, estableciéndose la justa relación fisiológica entre los llamados hemisferios dominante y subdominante así como sus repercusiones en la vida psicológica del hombre y parte importante de estos logros, están relacionados con los distintos fenómenos de lateralidad tan importante en el desarrollo cognoscitivo y social en general.

 

Por hemisferio dominante se define aquel que aúna la mayor cantidad de funciones y tareas de una función dada y las de mayor complejidad fisiológica mientras que el hemisferio subdominante es el que tiene que ver con los aspectos fisiológicos menos complejos de las funciones y agrupa una menor cantidad de funciones y tareas aunque su actividad resulta tan importante como la de su homólogo en la elaboración mancomunada de cualquier función psíquica.

 

Los hemisferios izquierdo y derecho se distribuyen el predominio de las funciones que realizan los distintos analizadores que se encuentran en el cuerpo (visual, auditivo, motor, etc.) correspondiéndose cada hemisferio con aquellos que se encuentran en el hemicuerpo contrario (la vía izquierda del analizador visual se corresponde con el hemisferio derecho mientras que la vía derecha responde al hemisferio izquierdo) por lo que si un hemisferio es dominante para una función, existirá un predominio funcional del componente contrario a él en el analizador. Precisamente, a este predominio funcional de un "lado del analizador sobre el otro "lado" del mismo es lo que se denomina lateralidad resultando entonces una consecuencia directa del predominio hemisférico cerebral.

 

Aunque existe mayor información sobre la lateralidad de las funciones sensoperceptuales inherentes a los llamados analizadores "externos" (visión, audición, tacto, etc.) y las funciones motoras también "externas" relacionadas con las extremidades fundamentales, actualmente se profundiza en la incidencia de ambos hemisferios en funciones psíquicas superiores tales como el pensamiento, el lenguaje y la memoria entre otros.

 

Toda valoración de la lateralidad se debe realizar a partir de los presupuestos siguientes:

 

1.  Toda función es el resultado de la actividad conjunta de ambos hemisferios independientemente del predominio funcional de uno de ellos así como de su repercusión en el sujeto.

 

2.  Desde el punto de vista general, puede predominar un hemisferio (predominio sobre la mayor parte de las funciones) pero desde el punto de vista particular con relación a la función en cuestión, puede predominar uno u otro hemisferio; por lo tanto podemos afirmar que no hay un predominio absoluto de un hemisferio sobre el otro. En consideración a este aspecto, A. R, Luria ha afirmado que "El grado de predominio de los hemisferios varía no sólo de persona a persona sino también de función en función ". (página 107, Las funciones corticales superiores del hombre).

 

 

3.  El predominio manual es en la práctica, la diferenciación más evidente de lateralidad pero su determinación no debe hacernos concluir que el hemisferio dominante que le corresponde lo es para el resto de las funciones teniendo en cuenta el presupuesto anterior. Al respecto, J. A. M. Frederick sentencia que "...el predominio manual no determina el predominio cerebral" (pag. 292, Neurofisiología contemporánea, tomo III)

 

4.  Teniendo en cuenta los presupuestos 2 y 3, la mayor probabilidad de una población es que sea heterogénea (predominio indistinto para las funciones) y que se observe una significativa presencia del "lado" derecho en tales heterogeneidades al parecer por factores filogenéticos.

 

 

5.  Toda función psíquica está lateralizada, es decir, independientemente de que sea una sola función como la visual por ejemplo (uso simultáneo de ambos "lados" del analizador) o que la función pueda manifestarse con uno u otro "lado" del analizador (uso alterno y/o consecutivo de ambos "lados") como el motor al utilizar las dos piernas durante la marcha. Por tal razón siempre encontraremos un uso más diferenciado funcionalmente de un "lado" u otro de tal analizador lo que se traduce en una mayor habilidad (con menor energía, menor tiempo, etc.) o en una mayor calidad de la función correspondiente.

 

Como se puede apreciar, la lateralidad es un resultado normal, pero ocurre a veces que por determinados factores biológicos (pérdida de un miembro) neurológicos (lesión del sistema nervioso central) o por influencia educativa o ambiental (imitación, forzamiento, costumbre, etc.) tal lateralidad se "contraría", es decir, el predominio lateral pasa al "lado" contrario del analizador obligando a un mayor esfuerzo al hemisferio no dominante (subdominante) manifestándose así la pseudolateralidad, lo que puede originar determinadas afectaciones de la función y por tanto, afectar el nivel adaptativo del niño y a veces de manera severa, sobre todo dificultades en su aprendizaje escolar (lectura y escritura) y en su orientación espacial entre otros problemas.

 

En estudios realizados en nuestro país (Grisel Castillo Velazco, Algunas características del proceso de lateralización en los niños, investigación BTJ, 1986) se han determinado tres etapas en el proceso de lateralización del niño (cubano): un "período indefinido" que ocurre entre los 2 y los 3 años donde no hay un uso exclusivo de un "lado" y sólo puede precisar niveles de tendencia; un "período definitorio" entre los 4 y los 6 años donde se observa una clara definición de lateralidad por funciones y un "período de establecimiento" a partir de los 6 años donde tal lateralidad se consolida alcanzando el máximo nivel de operatividad funcional el cual se seguirá desarrollando ontogenéticamente.

 

Como es de suponer, es en la segunda etapa correspondiente a los 6 años y propia al ingreso del niño a la escuela (preescolar o primer grado) donde mayormente se evidencia la lateralidad consolidada en condiciones de mayor exigencia social (escuela) y si por los factores etiológicos ya señalados (biológicos, neurológicos, educativos) hay una lateralidad "contrariada" que no se detectó ni atendió en la etapa definitoria (4 a 6 años) su rectificación "externa" (acción psicopedagógica) resultará difícil por poder provocar mayor "ruido" que el que tiene por defecto o que tal rectificación sea incompleta si no imposible, redundando ésto de forma negativa en su desarrollo adaptativo agravándose la situación por la inmadurez de su edad y el nivel de dificultad que le impone el grado escolar.

 

Lo anterior nos confirma que el momento preciso para explorar la lateralidad por funciones es en la segunda etapa (4-6 años) con el propósito de diagnosticar precozmente cualquier "contrariedad" y poder corregir a tiempo la misma provocando menor trauma en el niño y con mayores posibilidades terapéuticas ya que nos anticipamos a su establecimiento o consolidación (tercera etapa). Qué elemento nos debe indicar la posible presencia de una "contrariedad"?. La simple observación del maestro o de los padres puede descubrir determinados indicios (serán expuestos más adelante como indicadores) de una pseudolateralidad en la actividad común y diaria del niño instándonos a profundizar en ella.

 

Ahora bien, la plasticidad funcional que tiene el cerebro y que tiene su máxima demostración en los mecanismos de corrección y compensación de los sistemas funcionales afectados, le permite responder a tales "contrariedades" donde el hemisferio no dominante (subdominante) asuma la función dirigente del dominante afectado produciéndose una rectificación "interna" que por ser natural, reduce considerablemente los "ruidos" que pudieran sumarse a los desajustes de la pseudolateralidad, exteriorizándose esta con un nivel de adaptación acorde y aceptado por el niño (muy poca inadaptación y más bien a nivel de habilidad).

 

Considerando ambas rectificaciones ("externa" e "interna") se impone determinar que resultará más importante para el niño: reorientar o reforzar la pseudolateralidad?.

 

La reorientación presupone, como su nombre lo indica, una corrección de la pseudolateralidad, esto es, estimular el verdadero "lado" dominante mediante entrenamiento (ejercicios) y es recomendable en las edades tempranas, de 4 a 6 años, correspondientes a la etapa definitoria, donde aún no se ha establecido la pseudolateralidad, mientras que el reforzamiento es conveniente aplicarlo en edades posteriores a los 6 años (etapa de consolidación) cuando a pesar del diagnóstico de lateralidad "contrariada" el niño muestra signos de adaptación (resultado de la rectificación "interna" ya señalada) ayudando así a completar la consolidación de la pseudolateralidad.

 

Es necesario destacar que aunque podemos utilizar la edad como patrón para considerar la selección de la reorientación o del reforzamiento el elemento determinante para tal selección es el análisis casuístico del diagnóstico ya que podemos encontrar un niño de la segunda etapa (4-6 años) que manifieste signos de compensación evidente (sobre todo aquellos niños cercanos a los 6 años) y que una reorientación le traerá mayores dificultades u otro niño ubicado en la tercera etapa (más de 6 años) que no manifieste estos signos de compensación, donde la "contrariedad" se manifiesta con evidencia y pueda, por tanto, ser reorientado.

 

Por otra parte, es conveniente ser cuidadosos al concluir que determinada dificultad en el aprendizaje o en la adaptación general del niño se debe a una lateralidad "contrariada" y no debida a otra limitante (déficit visual, auditivo, intelectual, trastorno situacional, etc.) por lo que es recomendable el análisis de la estructura del defecto para determinar si la lateralidad "contrariada" que se ha diagnosticado constituye una afectación primaria, secundaria o aun terciaria destacando así su incidencia directa o agravante en el aprendizaje o en la adaptación del niño.

 

Con el fin de demostrar en la práctica las reflexiones anteriores realizamos una experiencia que dividimos en dos etapas; la primera fundamentada por la exploración diagnóstica y la segunda por la intervención terapéutica aún en desarrollo, por lo que solo se expondrán resultados preliminares que posteriormente podrán ser completados.

 

La muestra estuvo constituida por 54 niños seleccionados al azar entre 5 y 11 años distribuidos entre preescolar y sexto grado (Escuela General Primaria Unión Internacional de Estudiantes y Nicolás Estevanez, del municipio Plaza) a los que se le aplicó una batería de pruebas de lateralidad general propuesta por Nadine Galifret a partir de una selección del test de René Zazzó con igual fin. Esta batería fue validada por nosotros previamente en una muestra de 52 niños entre 6 y 14 años de los grados primero a sexto de la Escuela Especial para Trastornos de la Conducta Cheché Alfonso del municipio Plaza. Tal batería nos permitió explorar la lateralidad de cinco áreas básicas en el niño: manual, visual, auditiva, táctil digital y extremidades posteriores en dichas escuelas anexas al Laboratorio Experimental de Trastornos Emocionales del CELAEE y los resultados fueron los siguientes:

 

                                                    HOMOGÉNEOS      HETEROGÉNEOS

ESCUELA

MUESTRA

DER

IZQ

*

DER

IZQ

*

Cheché

52

5 (10%)

0 (0%)

51,1%

37 (73%)

10 (19%)

47,9%

(UIE)

39

15 (38%)

0 (0%)

15,38%

13 (33%)

11 (28%)

24,61%

Estevanez

15

5 (33%)

1 (6%)

6,4%

6 (40%)

3 (20%)

9,6%

 

Como se podrá observar en la tabla anterior, la mayor parte de la muestra de las escuelas es heterogénea y con mayor predominio el lado derecho.

 

Como es de suponer, la mayoría de los niños y adolescentes con trastornos de la conducta presentaban diversos grados de dificultad en el aprendizaje (el resto estaba próximo al tránsito ) por lo que sólo valoramos tales dificultades en la muestra sin trastornos de la conducta constatando que en el grupo de homogéneos solo existían 8 niños con estas dificultades mientras que en el grupo de heterogéneos había 19 niños que confrontaban estas dificultades y de todos ellos, 10 niños tenían edades entre 5 y 6 años.

 

Al revisar los resultados de la exploración realizada nos percatamos que de estos 10 niños había 6 diagnosticados con lateralidad "contrariada" de alguna función, fundamentalmente la manual y/o visual, áreas muy importantes para la necesaria coordinación óculo-motora para la escritura y la lectura.

 

Este subgrupo de 6 niños que por la edad son propensos a la reorientacion y que presentan una franca pseudolateralidad al no presentar signos de compensación, se le estructuró un sistema de ejercicios particularizados para ser realizados tanto en el horario de clases como extraclases y que ha de comenzar en el curso recién comenzado, mientras que los niños mayores con "contrariedad" diagnosticada pero con signos evidentes de compensación se les orientó reforzar el "lado" que habitualmente utilizan en las funciones correspondientes.


Durante la exploración realizada con los menores con y sin trastornos de la conducta se pudieron constatar signos evidentes de "contrariedad" en las respuestas a los diferentes ítems del test aplicado y que pudieran servir como indicadores y que son los siguientes:

 

1.  Selección, agilidad y efectividad del órgano no habitual. (Patear)

2.  Indecisión en la utilización del órgano habitual. (Mirar con ambos ojos)

3.  Orientación de un objeto contraria al órgano habitual. (Repartir cartas)

4.  Sincinecias diversas que acompañan la acción del órgano habitual.

5.  Resultados similares con ambos "lados".

 


CONCLUSIONES

 

1.   El diagnóstico de lateralidad requiere de una exploración adecuada que implique pruebas confiables y procedimientos rigurosos.

 

2.   Este diagnóstico debe hacerse en edades tempranas, preferentemente entre 4 y 5 años para que el modelo terapéutico pueda ser aplicado oportunamente.

 

 

3.   El modelo terapéutico debe corresponderse a cada caso teniendo en cuenta la función con lateralidad "contrariada" y la edad del niño relacionada con el nivel de manifestación de la psedolateralidad.

 

4. De acuerdo a la conclusión anterior, se determinará si el modelo terapéutico tendrá como objetivo la reorientacion o el reforzamiento de la pseudolateralidad.

5. El modelo terapéutico debe tener en cuenta otras posibles causas determinantes o acompañantes (estructura del defecto) de la afectación del niño.

 


RECOMENDACIONES

 

1.   Entre el diagnóstico y la aplicación del modelo terapéutico debe mediar el menor tiempo posible en aras de la efectividad de la intervención.

 

2.   Ante cualquier duda en las respuestas o ante la presencia de signos de "contrariedad" se debe repetir el ítem correspondiente buscando sistematicidad en la respuesta.

 

 

3.   El modelo terapéutico dirigido a la reorientación o el reforzamiento debe ser evaluado durante su aplicación con vista a hacer cualquier rectificación del mismo.

 

4. La experiencia que sirvió para ilustrar este trabajo debe repetirse en otras escuelas de la enseñanza general y especial para comparar los resultados tanto en el diagnóstico como en el tratamiento de las lateralidades "contrariadas".


BIBLIOGRAFÍA

 

1.  AUTORES VARIOS. Neurofisiología contemporánea. Tomo III Editorial Ciencia y Técnica. La Habana 1980.

2.  CASTILLO VELAZCO GRISEL. Algunas características del proceso de lateralización del niño. Investigación BTJ La Habana 1986.

3.  DÍAZ RODRÍGUEZ FÉLIX. Psicofisiología (en proceso de edición) MINED. La Habana 1990.

4.  LURIA A. R. Las funciones corticales superiores del hombre. Editorial Orbe. La Habana 1977.

5.  ZAZZO RENÉ. Manual para el examen psicológico del niño. Editorial Ciencia y Técnica. La Habana 1970.

 

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