LA LABOR DE LAS EDUCADORAS DEL CIRCULO INFANTIL EN LA ATENCIÓN CLÍNICO-EDUCATIVA
Dr. Franklin Martínez
Mendoza
Dirección de Educación
Preescolar
Ministerio de Educación,
Cuba
Las educadoras del Círculo
Infantil, así como la directora y la subdirectora docente desempeña un papel de
primordial importancia en la atención clínico-educativa, tanto desde el punto
de vista técnico como organizativo.
La atención
clínico-educativa se define como la acción especializada que se brinda a los
niños de los círculos infantiles que presentan alteraciones de conducta. Es una
tarea compleja en la que intervienen especialistas, como el psicólogo y la
trabajadora social, el personal técnico-docente de la institución, y en algunos
casos otros especialistas: pediatra, psiquiatra, neurólogo, logopeda, entre
otros, que de manera mancomunada atiende y brindan tratamiento a aquellos niños
que, por un motivo u otro, se apartan de la norma habitual de comportamiento
para la edad, de manera intensa, permanente y renuente a la labor educativa
diaria.
Los criterios para definir
si un comportamiento en un niño es normal o no respecto a su propia conducta
habitual, o si constituye una desviación de la norma, y que puede significar
una alteración de conducta, se analizan en una publicación anterior (Ver
"Valoración de la conducta de los niños", Simientes 4-1982; IPLAC,
1992) por lo que no profundizaremos ahora en tratar esta cuestión. Partiremos
del criterio de que efectivamente un niño muestra un comportamiento que puede
diagnosticarse como una alteración de conducta y que requiere de una acción
especializada como es la atención clínico-educativa.
Por otra parte, al definir
el propio término de atención clínico-educativa se establece que ésta es
clínica, por el enfoque individual que se hace del caso y por el tipo de método
de análisis de los datos, y educativa, porque enfoca a las condiciones de vida
y educación como un factor predominante en el surgimiento de las alteraciones
de conducta del niño, porque realiza una acción educativa con los adultos,
padres o educadores para orientar y hacerles interiorizar los mejores métodos
en la educación y formación de los niños, y porque descansa fundamentalmente en
la aplicación de métodos educativos correctos para lograr las transformaciones
positivas en la conducta de los niños. De ésto se trata ampliamente en otra
publicación anterior (Ver "Principios teóricos de la atención
clínico-educativa en el círculo infantil, Simientes, 1-1988).
Ello ubica a la educación, y
dentro de ella a los métodos psicológicos y pedagógicos más efectivos, como el
eje central de la acción psicoterapeuta en los niños de nuestra edad.
Entonces, si concordamos en
que la mayor parte de las alteraciones de conducta que presentan los niños de
edad preescolar, obedecen a malos métodos educativos, de ello se infiere la
importancia que tiene el enfoque y la labor directa que el personal del círculo
infantil, especialmente las educadoras y el resto del personal
técnico-pedagógico tiene en el tratamiento psicorrectivo de estos niños.
Lo primero que hay que
orientar en esta labor educativa es eliminar en el personal la idea de que los
niños que presentan alteraciones de conducta son "distintos" o
portadores de "una enfermedad nerviosa", e interiorizarles la
concepción de que las mismas son producto de métodos educativos erróneos. El
cambio de enfoque respecto a esta cuestión operará las enormes posibilidades
que posee un adecuado trabajo educativo para la superación de los síntomas.
Por supuesto que éste es una
labor que comienza desde la propia formación de las educadoras, y que debe ser
reforzada en la preparación metodológica sistemática en el círculo infantil. Es
por ello que en el pensum de las escuelas de formación de educadoras se
incluyen contenidos específicos que, unidos a los contenidos generales de
psicología y pedagogía preescolar, crean la base para que las futuras docentes
valoren la atención de estos niños como parte habitual de su trabajo, y que
solo requiere la labor de especialistas cuando se ha comprobado fehacientemente
que la práctica educativa cotidiana ha sido ineficaz para resolver las
problemáticas particulares que presenta un niño determinado. Esto es un reflejo
de la unidad conceptual de la psicología y la pedagogía en la formación y
educación de los niños, y que constituye uno de los fundamentos básicos del
círculo infantil.
Por otra parte, la
concepción de la unidad del proceso de enseñanza-educación bajo el cual también
se forma las educadoras, determina que las mismas valoren el atender a los
niños en todas sus actividades y procesos de satisfacción de necesidades básicas,
lo cual es determinante para cualquier tipo de atención psicoteapeútica que se
realice con un niño, pues cuando éste está afectado por algún problema, lo está
en mayor o menor grado en todo su comportamiento, aunque algunas
manifestaciones sean más significativas que otras.
La experiencia de los años
de trabajo en la atención clínico-educativa ha comprobado que la eliminación de
los problemas de conducta es mucho más eficaz cuando se realiza en las
condiciones habituales de vida del niño: el hogar, el círculo infantil, el
medio social en que se desenvuelve. Desde este punto de vista, la atención
clínico-educativa se dirige en tres direcciones principales: con los niños, con
los educadores y con los padres. Solo trabajando de esta manera es verdaderamente
efectiva la labor psicoterapeútica, que debe enfocarse no solamente a resolver
las dificultades actuales sino a profundizar en las causas que las provocan,
para dirigir de manera eficaz el tratamiento y lograr cambios que sean
perdurables.
Por lo tanto, la labor del
personal docente con estos niños comienza desde el primer momento en que los
educadores en sus interacciones con el grupo, detectan que hay algunos que
muestran conductas que requieren de una atención más estrecha. De inmediato se
hace necesario determinar en que aspectos de su comportamiento es donde se
presentan los trastornos, a fin de aplicar los métodos educativos apropiados.
Por su propia experiencia, más también con la orientación que tengan de la
directora o la subdirectora docente, las educadoras harán una valoración de la
conducta del niño en cuestión, para definir los manejos a seguir, y resaltarán
aquellos aspectos en que no presenten problemas, con el propósito de que se
consideren sus rasgos positivos y no se enfoquen solamente los negativos.
Esta valoración del
desarrollo ha de seguir los mismos índices y criterios que se utilizan para
diagnosticar y valorar dicho desarrollo, aunque por tratarse de un probable
caso de atención clínico-educativa la educadora profundizará en los siguientes
aspectos:
· Intensidad, permanencia y
renuencia a la labor educativa del síntoma o los síntomas.
· Análisis comparativo de la
problemática con las particularidades individuales del desarrollo, y del grupo.
· Constrastación con esperable
de la edad.
Como se ve, la educadora
apunta a un diagnóstico patopsicológico del comportamiento del niño, y no a
clasificarlo en una entidad psicopatológica.
Como parte de esta atención
inicial, la educadora reforzará que la aceptación, la comprensión y el afecto,
son vías fundamentales para la superación de las alteraciones en el niño, e
insistir en redoblar las actividades en este sentido, lo cual puede ser incluso
más importante que el manejo específico de la alteración de conducta dada.
La directora o la subdirectora
han de recordar que cualquier tipo de orientación que se trasmita a las
educadoras, nunca debe hacerse en presencia del niño, pensando en porque es
pequeño no va atender de que se habla. E igualmente evitar el uso de frases o
apodos respecto a la conducta de estos niños. Al niño de edad preescolar no se
le daba hacer consciente de sus problemas, ya que éste solo le hace sentirse
más infeliz y puede, fácilmente redundar en una agudización de los síntomas.
Las educadoras, por
supuesto, cuentan con una preparación que los permite atender inicialmente
estas manifestaciones del comportamiento de los niños, en este sentido el
material "orientaciones educativas sobre algunas conductas del niño
preescolar" (Ed. Pueblo y Educación, 1982) constituye una guía básica para
el tratamiento de estos niños. Además, también es importante recordar las
propias posibilidades terapéuticas del programa de Educación preescolar, el
cual se pueden seleccionar actividades para enfatizar en su labor correctiva.
Por ejemplo, si tiene un niño hiperactivo, puede escoger contenidos de
educación sensorial que le obliguen a concentrarse en pequeños detalles , si
tiene un niño tímido puede propiciar un juego de roles en el cual éste tenga
que realizar un rol principal, si de pronto un niño muestra conductas de gran
agresividad puede canalizar la misma mediante tareas de educación laboral, en
suma, valorar por su propio juicio que acciones educativas puede extraer del
programa, que unida a las orientaciones educativas, puedan encaminarse a
resolver los problemas del menor.
Se impone a su vez desde un
primer momento, conversar con los padres, a fin de conocer las condiciones de
la vida familiar, si los problemas se presentan igualmente en la casa, que factores
pueden estar incidiendo y orientarlos al respecto, para evitar contradicciones
y desarrollar una labor conjunta que de seguro será mas beneficiosa. Tanto la
directora como las educadoras han de manejar esta situación con sumo tacto y
delicadeza, para que los padres reciban y lleven una impresión adecuada y estén
dispuestos a cooperar con el círculo. Si estas orientaciones son seguidas,
tanto en el centro como en la casa, es muy probable que las alteraciones del
niño se superen y no sean necesario requerir ayuda especializada por parte del
psicólogo.
Sólo cuando se hayan agotado
todos los medios y acciones respecto a los problemas del niño y se observe que
haya resultados notables, será cuando se habrá de requerir el concurso de este
especialista. Para ello la educadora informará detalladamente de los síntomas
del pequeño, así como otros datos que pueda considerar útiles y que servirán
para que el psicólogo pueda valorarlo profundamente y determine la urgencia de
atención que el caso necesite.
La labor de las educadoras
en la atención clínico-educativa continúa aunque el niño esté siendo visto ya
por el psicólogo, y organizadamente la directora ha de organizar las
condiciones materiales necesarias (local para entrevistas, citación al personal
o los padres, etc.) con suficiente antelación para no causar de su organización
el día de la visita del psicólogo, recogerá la información de algún personal
que pueda estar ausente ese día específico, a algún dato que sea indispensable
buscar, etc.
En la preparación de las
condiciones materiales se evitará en lo posible la utilización de la enfermería
para trabajar con el niño o sus padres. Su uso tiende a darle un reflejo médico
a los problemas fundamentalmente educativas que presenta el niño y refuerza el
concepto de enfermedad que debemos siempre tratar de no instaurar. Es
recomendable, por tanto, utilizar la dirección, el gabinete pedagógico u otro
lugar adecuado, que tenga las necesarias condiciones de privacidad y
tranquilidad que se requieren para esta labor. Así, una preparación previa es
indispensable para no entorpecer la organización diaria de la vida del círculo
infantil.
La acción terapeútica que el
psicólogo realiza con el niño que presenta las alteraciones de conducta pueden
concretarse a orientaciones educativas generales, a manejos específicos de
algunas manifestaciones del comportamiento, y a la realización de diversas
actividades con carácter psicoterapeútico. Las educadoras juegan aquí el rol
primordial, pues son ellas las que materializan en la práctica pedagógica
habitual la orientación clínica que se dirige por el psicólogo,
independientemente de que el propio especialista determine el mismo aplicar
procedimientos específicos con el niño. Pero el psicólogo no radica en la
institución, y la realidad es que sólo viene al centro en determinadas
ocasiones, por lo que la labor paciente y cotidiana de las educadoras es la que
verdaderamente constituye la acción terapeútica más efectiva.
Por supuesto que las
orientaciones dejadas por el psicólogo, analizadas y discutidas con las
educadoras y resto del personal docente, han de continuarse realizando en su
ausencia, así como el control de las variaciones y los progresos que se vayan
observando en el niño, para valorarlo con esta especialista en su próxima
visita. Es recomendable en este caso que la directora o la subdirectora
solicite al psicólogo que plasme por escrito lo que ha comunicado verbalmente a
las educadoras y personal docente del grupo, para velar por el cumplimiento de
las orientaciones. Esta orientación escrita es un medio eficaz para evitar que
se presenten dudas sobre que hacer ante determinados comportamientos del niño,
y una forma de control de la misma.
En las reuniones de análisis
con el psicólogo, las educadoras han de decir sus criterios respecto al curso
del tratamiento, y sugerir a su vez aquellas cuestiones que consideren pueden
resultar útiles a sus fines, inquirirán sobre las orientaciones y actividades a
seguir, pedirán orientación respecto a como valorar el problema con los padres
y que sugerirles caso de que estos solicitaran ayuda. Claro está, con la
práctica cotidiana la educadora va cada vez volviéndose más hábil y
técnicamente mas capaz para atender estos problemas, pero una vez que ya el
caso está atendido directamente por el psicólogo, cualquier acción no prevista
debe ser consultada, para evitar ejercer una acción iatrogénica con el niño.
Con el correcto cumplimiento
de las indicaciones del trabajo previstas en los principios metodológico y
organizativos de la atención clínico-educativa en el círculo infantil se
asegura una buena organización de esta atención y la adecuada dirección de los
esfuerzos comunes en la superación de los problemas que se puedan presentar en
nuestros niños. Sin embargo, a pesar de la importancia de esta tarea, la misma
pierde relevancia ante la comparación de lo que la labor diaria puede
conseguir. Esto implica que la función principal, del personal
técnico-pedagógico debe ser dirigido en un sentido profiláctico, a la evitación
de que surjan alteraciones de conducta y no a su tratamiento. Ello muestra la
dimensión tan importante del trabajo diario de las educadoras, y de todo el
personal que de una forma u otra, educa e interviene en el desarrollo y
educación de los niños.
Si el círculo infantil funciona
bien, si tiene las condiciones educativas y psicológicas adecuadas, si su
personal es cariñoso y está técnicamente bien capacitado, están dadas las
premisas para que el mismo constituya un ambiente propicio para un buen
desarrollo, salud y bienestar emocional del niño.
Bibliografía:
1.
Cuba.
MINED. Orientaciones metodológicas y de organización para atención
clínico-educativa. La Habana, 1986-88.
2.
Martínez
Mendoza, Franklin. La valoración de la conducta de los niños. Simientes, nro. 4,
Julio-Agosto, La Habana, 1982. IPLAC, curso de postgrado "Diagnóstico y
Valoración del Desarrollo" 1992.
3.
Principios
teóricos de la atención clínico-educativa en el círculo infantil. Simientos
nro. 1, enero-marzo, La Habana 1988.
4. Martínez Mendoza, Franklin y otros. Orientaciones educativas sobre algunas conductas del niño preescolar. Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1982.