EL ACCESO DEL DISCAPACITADO A LA EDUCACIÓN Y ORIENTACIÓN SEXUAL COMO CONDICIÓN DE SU INTEGRACIÓN SOCIAL
Dr. Pedro L. Castro Alegret
CENTRO DE REFERENCIA LATINOAMERICANO PARA LA
EDUCACIÓN ESPECIAL
EL
ACCESO DEL DISCAPACITADO A LA EDUCACIÓN Y ORIENTACIÓN SEXUAL COMO CONDICIÓN DE
SU INTEGRACIÓN SOCIAL
Dr. Pedro L. Castro Alegret
CENTRO DE REFERENCIA LATINOAMERICANO PARA LA
EDUCACIÓN ESPECIAL
Julio de 1994
Las personas con déficits
diversos tienen la necesidad de reconocerse como seres sociales, buscar un
espacio de realización para toda su personalidad, incluyendo la esfera de su
sexualidad. Mas sin embargo, la sociedad, la familia, e incluso la propia
institución escolar, hospitalaria o social que los atienden, ignoran o hasta
reprimen abiertamente este importante aspecto de su existencia humana.
Para la familia, las
diversas manifestaciones de la sexualidad del hijo constituyen una fuente de
grandes preocupaciones, y comúnmente los padres se ven sorprendidos por
problemas que no supieron prever ni enfrentar. Pero la escuela frecuentemente
considera que esto no es de su incumbencia; que toda la responsabilidad
descansa en los padres: así, la educación de la sexualidad del niño o
adolescente con deficiencias queda en tierra de nadie, y en definitiva la
sociedad sufre las consecuencias por el desajuste personal y familiar que ello
implica.
Se observan actitudes
prejuiciadas de los adultos que rodean al ser humano que presenta deficiencias,
en torno a su persona y especialmente alrededor de su sexualidad. Incluso los
propios educadores y personal de las instituciones de salud son portadores
de algunos de estos prejuicios. Se trata de prejuicios que inciden tanto en el
ámbito institucional como en la familia, pues reflejan las opiniones de la
sociedad en cuanto a la discriminación de las personas con deficiencias y
minusvalías.
En el caso de los niños,
adolescentes y jóvenes, la escuela tiene la misión de llevar adelante, en forma
de sistema, las acciones de orientación y educación sexual, lo que significa en
primer lugar superar a todos sus docentes y trabajadores; luego abordar las
distintas vías de orientación que posibilitan algunas asignaturas del plan de
estudios; así como tomar en cuenta diversos
factores educativos del medio escolar. En el centro de esta labor se
requiere desarrollar modalidades de orientación y educación sexual directamente
con los escolares, lo que se complementa con la orientación a sus padres, de
forma tal que los coloque en el lugar que les corresponde en la educación de la
sexualidad en sus hijos.
CONCEPCIÓN
DE LA SEXUALIDAD Y SU EDUCACIÓN
El sexo de la persona
está determinado por los cromosomas sexuales, las hormonas y su anatomía
sexual, además por sus caracteres sexuales secundarios. Pero la identidad de
género es la convicción personal que tiene el individuo de pertenecer al sexo
masculino o femenino, identidad que se forma desde la niñez debido a un
complejo conjunto de factores sociales; y que resulta decisiva en el
desarrollo psicosexual.
Se define además al rol
de género como la expresión de la masculinidad o la feminidad de un individuo
de acuerdo con las normas y valores establecidos por la sociedad. Existen en el
presente diferentes enfoques sobre la conformación de esta identidad de género.
Las más sencillas concepciones asignan un peso determinante al aprendizaje
mediante la copia de modelos de los patrones masculinos o femeninos, que son
generalmente suministrados por los familiares y adultos que rodean al menor. A
la vez, estos adultos refuerzan tempranamente las conductas esperadas, y
desestimulan las que no consideran adecuadas a la expresión de la identidad de
género.
De acuerdo con el enfoque
cognitivo, sólo a partir de cierta edad se dan las posibilidades intelectuales
para que el niño comprenda los invariantes del género, es decir, lo que es
constante en las personas de cada género y que permiten definirlo claramente. A
partir de entonces el menor orienta su comportamiento. Autores como Money
señalan que ya a los años más o menos la orientación de género esta básicamente
iniciada, y más allá de esa etapa es difícil cambiar la orientación sexual del
niño.
La madurez en el
desarrollo psicosexual se produce como formación motivacional rectora de la
personalidad, que en unidad de lo afectivo y lo cognitivo, orienta y matiza
emocionalmente el comportamiento. Nos referimos al comportamiento de la
atracción por el otro sexo, tanto en lo físico como hacia su personalidad. En una personalidad desarrollada, (y
autodesarrolladora) apreciamos la formación y la expresión de un sistema de
valores en torno al amor, a la familia, a los hijos, todo ello integrado a su
concepción de la vida.
En la realización sexual
también consideramos lo referido al aprender a sentir y a expresar lo que se
siente, con franqueza y plenitud. Asimismo, aprender a aproximarse
satisfactoriamente a la pareja, en las actividades que se enmarcan dentro de su
rol sexual.
Concebimos la Educación
Sexual como un elemento medular de la preparación del ser humano para la vida,
que contribuye al logro de una sexualidad sana y de relaciones sociales
enriquecedoras. Una sexualidad plena y satisfactoria, que vemos como adecuadamente desarrollada, es la que ha
logrado una correcta identidad de género, disfruta libremente de su
genitalidad, asume el papel que la cultura le ha determinado desempeñar. Esta
sexualidad madura comprende también un sentido de responsabilidad ante las
consecuencias de la relación: ante su pareja, ante su descendencia y ante los
demás.
La Educación Sexual puede
considerarse como una preparación para la vida adulta independiente, con los
recursos de personalidad que posibiliten al individuo dar solución
satisfactoria a los diversos problemas que le pueda plantear la vida. y lograr
su realización en lo personal, lo familiar y lo social. Esta educación también
va dirigida a influenciar educativamente en la capacidad de amar, contribuir a
ese conjunto de sentimientos, motivaciones y actitudes; así como la capacidad
de dar amor, y el disfrute de la felicidad en el amor. Es además, preparar a
los jóvenes para que desempeñen su futuro papel como padres.
LA
SEXUALIDAD DE LAS PERSONAS CON DEFICIENCIAS DIVERSAS
Las personas que sufren
deficiencias sensoriales, físicas o motoras que constituyen estigmas evidentes,
se forman generalmente en un modo de vida familiar y unas relaciones hogareñas
que oscilan entre la lástima y el rechazo; entre la sobreprotección y la falta
de estimulación adecuada. Los que en la juventud o la adultez sufren el
accidente o la enfermedad súbita, frustraron las necesidades ya formadas, de
acuerdo con la edad, y provocaron una gran incertidumbre por el futuro, que
nadie había imaginado de esa manera.
En todos los casos,
independientemente de las causas
físicas, apreciamos unas consecuencias psicológico-sociales
determinantes: Los que rodean al discapacitado físico-motor o sensorial no lo
enfrentan a las tareas propias de cada edad, le relegan de muchas exigencias
cotidianas, les privan de las vivencias sociales necesarias. A estos muchachos
se les fueron de entre las manos los años de su niñez sin poder jugar con los
coetáneos de ambos sexos.
En cuanto al desarrollo
psicosexual, desde la edad preescolar el medio familiar del discapacitado lo
asume, aunque sea tardíamente, en su género, y generalmente contribuye a una orientación
adecuada. Desde muy temprano los adultos lo cuidan, y lo visten de acuerdo con
la comprensión que tienen de su género. Cuando avanza en la infancia, los
juguetes, las actividades de juego, las relaciones con los niños de edades
semejantes podrían contribuir a su identificación de género, pero comúnmente se
le limitan estos contactos sociales.
Raramente encontraremos
en un discapacitado temprano que haya mantenido juegos sexuales con otros
compañeritos de la infancia. Ni siquiera las importantes experiencias de los
juegos de roles ("el doctor" o "las casitas") que tanto
contribuyen al desarrollo psicosexual, están a su alcance.
Por esta edad surge la
natural curiosidad por el propio cuerpo, pero con los niños con defectos
físicos, sucede que algunas personas evitan referirse a sus cuerpos, o no les
responden a las preguntas que ellos hagan sobre el mismo; o peor aún, proyectan
temores y ansiedades en sus respuestas. Durante la infancia, muchos padres
reflejan los tabúes sociales en torno al sexo minusválido. Si sorprenden al
niño tocándose sus genitales, o masturbándose , culpabilizan esta conducta
espontánea de autoexploración y autoestimulación.
En el caso de los
discapacitados físico-motores con afectaciones medulares, tienen la imposibilidad
neurológica de controlar sus esfínteres, lo que origina otro problema de
difícil manejo familiar y fuerte repercusión en su desarrollo psicosexual. Como regla, encontramos
sentimientos no resueltos de culpa en estos adolescentes, y una autoestima deteriorada
por estas causas. En algunas familias la represión social en torno a las
funciones eliminatorias carga de ansiedades ¡y hasta de culpas! a las
incontinencias neurogénicas.
Sin embargo, encontramos
con más frecuencia una demora en el
desarrollo de aspectos de la expresión del rol de género que son propios de las
edades preescolares y escolares. Esto viene dado por el grado de relación con
los coetáneos y de inclusión en sus actividades. Cuando se ve limitado el juego
y la incorporación escolar; y el muchacho resulta confinado a su hogar, se
puede afectar este desarrollo, lo que
luego vemos en la inhibición a relacionarse con otros e intentar cortejos.
Además, lo apreciamos en las dificultades que algunos tienen en la adolescencia
para manejar las emociones, y en la inestabilidad de sus relaciones.
En la adolescencia, con
la posibilidad menor o mayor de mantener contactos con grupos de amigos, se
desarrollan nuevos intereses por establecer relaciones con el otro sexo. Es
común que el adolescente discapacitado quede marginado de estas experiencias, y
comience a afectarse seriamente su autoestima. El grupo sirve de estimulo y de
soporte al desarrollo de la personalidad en estas edades. En su seno se
refuerzan los desempeños de roles, se desarrolla la comunicación entre uno y
otro sexo, se evidencian las atracciones, se conforman los gustos. La falta de
experiencia social es
notable en estos adolescentes.
Lo central en el
desarrollo psicosexual de la adolescencia es que se tratan de buscar las
primeras relaciones de enamoramiento, y aquí pueden radicar los primeros
fracasos, decepciones, que afectan su autoestima y comienzan a conformar su
estrategia de enfrentamiento inadecuada. En general, si existen temores en
torno a la sexualidad, e incluso, culpas no resueltas -provenientes de las experiencias familiares- toda esa carga
emocional complicara los tientos iniciales.
La masturbación ,
práctica común cuando se alcanza la pubertad, tiene la función de descargar las
tensiones, de experimentar con la propia sexualidad, es un intento del
adolescente de dominar sus impulsos sexuales, y sin lugar a dudas le permite
elevar su autoconfianza en el desempeño sexual. Si bien ésto es válido para
ambos sexos, culturalmente es
más frecuente y manifiesto entre los varones.
Las fantasías sexuales,
que ya debieron iniciarse desde la infancia, son mucho mayores en el
adolescente. Están comúnmente asociadas a la masturbación, aunque no solo
buscan lograr la excitación, sino que intentan suplir la falta de experiencia
real. Pueden tomarse como un claro ensayo mental de las futuras conductas. Son
perfectamente normales en ambos sexos, incluso, estimuladas por el medio, así
que en la medida en que el discapacitado se relaciona fuera de su hogar,
enriquecerá elementos que integraran sus fantasías. En buena medida las
fantasías resultan compensatorias a una autoestima disminuida, y contribuyen a
reforzarla.
A los adolescentes
discapacitados físico-motores que tienen compromiso medular en su sensibilidad
y su respuesta genital casi nunca se les ha explicado que les ocurre y que les
sucederá con su expresión sexual; como cumplimentaran su rol de género. Pero
llega el momento en que desean y buscan la experiencia de la intimidad sexual.
Las relaciones íntimas de la pareja son muy excitantes, aunque no lleguen al
coito. Movilizan a toda la personalidad; las vivencias son enriquecedoras. El
coito es tal vez el acto interpersonal de mayor intimidad y confianza en
nuestra cultura. Esta entrega al otro, así como la capacidad de recibir del
otro moviliza tales recursos de la persona, que incluso logra avanzar en otras
esferas aparentemente no relacionadas. En general, una experiencia sexual exitosa
eleva la autoestima poderosamente.
Muchos de estos alumnos
cuando llegan a la adolescencia vivencian con crudeza el problema de su
desarrollo sexual; que tal vez se convierte para ellos en la prueba más
importante para demostrarse que son personas normales. Ellos sufren por creer
que no están aptos para la vida de pareja, o que no los van a desear en esa
vida intima. Algunos se angustian porque realmente su respuesta genital está
dañada debido a su enfermedad o lesión.
Por lo común, su
inseguridad ante la vida sexual radica en que se aprecian a si mismos como poco
deseables, poco elegibles para la relación sexual. Además, los valores de
nuestra cultura dan gran importancia a la genitalidad en el amor sexual, por lo
que muchos de nuestros alumnos sufren al no poder lograr lo que se ha
estereotipado como "hombre potente" o "mujer fogosa".
Las personas con retraso
mental manifiestan algunas
peculiaridades en su
desarrollo psicosexual. Ellos experimentan sus necesidades sexuales
de alguna manera, que no es claramente comprendida por los que le rodean. No
debe establecerse un limite rígido del nivel intelectual para diferenciar
aquellos que son o serán capaces de comprender estas experiencias y regularlas
de acuerdo a las normas sociales, de los que nunca tendrán los recursos
intelectuales ni siquiera para formarse una representación de su propio cuerpo,
controlar su funcionamiento, y sus relaciones con los otros. Además, el retraso
mental agrupa una heterogénea gama de casos, y al igual que se plantea con las
personas no retrasadas, su desarrollo psicosexual tiene siempre peculiaridades
individuales.
En la medida en que un
retrasado mental es atendido por su familia y/o por las instituciones
escolares, hospitalarias, etc, está a su alcance adquirir hábitos de relación, cierta
consciencia de si mismo. Cuando se le quiere entrenar para el autovalidismo y
en alguna actividad laboral, es ineludible plantearse también la educación de
su sexualidad.
Los adolescentes y
jóvenes con retraso mental ligero o moderado desarrollan, aunque sea
rudimentariamente, las instancias reguladoras de su personalidad, que incluyen
la orientación de género, y su comportamiento de acuerdo al rol genérico correspondiente. Su comportamiento moral puede mantenerse a
nivel de normas
y estereotipos, adquiridos a su peculiar ritmo de aprendizaje social. Al
menos se reduce a normas morales comprendidas a nivel concreto, sin otra
generalización en un sistema de valores.
Pero además, los
retrasados mentales ligeros pueden lograr en su juventud una autovaloración de
sus personas en diversas cualidades de su esfera psicosexual, una motivación
consciente hacia la vida sexual, una representación concreta de modelos de
comportamiento sexual, y de ideales sexuales; en fin, una conciencia concreta
de su identidad de género y del rol de género que desempeñan en diferentes
situaciones.
En resumen, un joven o un
adulto con retraso mental ligero o hasta moderado, tiene un proceso de
representación de su propia sexualidad, de su comportamiento, de sus atracciones,
que si bien es menos generalizado que el de un coetáneo no retrasado,
resulta tan movilizador como el de
cualquier otra persona. Debe aclararse que algunos adolescentes o jóvenes
retrasados pueden sufrir, debido a diversas fallas en su educación, algún
trastorno emocional, que alteraría su comportamiento en general, y por tanto en
su esfera psicosexual. Las experiencias del niño o el adolescente retrasado en
esta esfera de la sexualidad, son un motor impulsor del desarrollo de su
persona, enriquecen su vida.
La educación sexual del
retrasado mental comienza por la de sus padres. No sólo porque la familia sea
la matriz que estimula y sostiene ese desarrollo psicosexual, sino porque los
padres portan una serie de sentimientos, además de prejuicios sociales, que
inciden en el desarrollo psicosexual del hijo. En la medida en que se acepta
por los padres el desarrollo psicosexual del hijo con retraso, se puede
articular conscientemente esta educación, que casi siempre reclama de la ayuda
profesional.
Si el retrasado depende
del adulto en gran parte de
sus comportamientos, con más razón entendemos esta responsabilidad
familiar en su educación sexual, como parte de su formación para una vida de
mayor autovalidismo e independencia.
El joven con retraso
mental ligero, y a veces el moderado, llega a plantearse el dilema de la futura
familia, y en particular el de concebir y criar un hijo. El desempeño de su rol
sexual, que está muy condicionado por el medio en que se desenvuelve, le
llevará a esta situación existencial. No debe cederse ante el criterio de
esterilizar a la muchacha retrasada, o de imponer cualquier otra
medida desconociendo la capacidad y el derecho de la persona conocer
circunstancias y adoptar decisiones. Lo justo sería verlo como una decisión que
toma el hijo en el seno de la familia, o sea, tomando en cuenta a los
familiares que han constituido su sostén.
Ellos no sólo demora el
conocimiento de su propio cuerpo, sino que posiblemente ese conocimiento esté
mucho menos erotizado que el de sus coetáneos, porque los adultos han
estimulado menos, o hasta rechazado, este aspecto de su persona. Realmente los
adultos le niegan su cuerpo placentero, o incluso se lo culpabilizan. La
masturbación es una de las principales conductas del retrasado que impresionan
a familiares, educadores, asistentes y otros adultos. En torno a este evento
del desarrollo psicosexual se tejen muchas confusiones y prejuicios. La
autoestimulación, que existe en forma variada en niños retrasados y no sólo en
ellos, no significa necesariamente un placer sexual, sino una necesidad de
estimulación interoceptiva. Hay que saber interpretar el comportamiento del
niño o adolescente retrasado en determinada situación para apreciar su
componente erótico, es decir, si se
trata efectivamente de la masturbación.
Debemos reconocer su
normalidad en cualquier ser humano (desde la niñez), así que también en los
retrasados; pero a la vez percatarnos de que a veces el propio retrasado está
ignorante de como hacerlo de manera satisfacente sin lastimarse. Tampoco sabe
que debe hacerlo en privado: todo eso se aprende fácilmente por el resto
de los adolescentes gracias a las
relaciones entre coetáneos, que a él le están limitadas.
La pubertad de un
retasado mental es una fase crítica: las necesidades biológicas que emergen no
tienen una clara representación las experiencias con su propio cuerpo no le son
fáciles de interpretar. El púber no tiene orientación, pues el mundo del sexo
estaba rodeado de silencios, o francamente vedado por prohibiciones culpógenas.
Sin embargo, el experimenta cosas placenteras, no aprecia que tiene de malo lo
que ocurre con su cuerpo.
Debemos comprender que
ser un deficiente mental constituye una difícil barrrera en nuestra cultura
para intimar con una persona hasta formalizar pareja, mantener relaciones e
incluso llegar al matrimonio. Pero algunos logran superar esta barrera y
¡pueden ser felices!
En resumen, la psiquis de
este tipo de alumnos, el proceso de formación de sus personalidades, transcurre
de acuerdo con las leyes fundamentales del desarrollo psíquico, aunque
adquieran una expresión peculiar por las insuficiencias que hemos señalado,
principalmente en su esfera cognoscitiva, lo que repercute en la motivacional y
en la emocional volitiva. Ellos pueden lograr un determinado desarrollo de la
personalidad y de cualidades suficientemente estables, mediante métodos y
procedimientos especiales de
trabajo educativo. La influencia de la escuela, la familia y de
la comunidad son decisivas en el desarrollo del niño y el adolescente
deficientes.
INFLUENCIA
DE LA FAMILIA EN EL DESARROLLO PSICOSEXUAL DEL DISCAPACITADO
Resulta esencial en la
comprensión de la sexualidad del discapacitado, y en su orientación y educación
sexual, estudiar a su familia. Es reconocido por diversos autores que no pueden
acometerse acciones de educación sexual si no se cuenta con la comprensión y el
apoyo de los padres. Podríamos decir que la clave del éxito de un programa de
educación sexual con niños y adolescentes discapacitados radique en el
comprometimiento de la familia.
La familia constituye el
medio originario y el soporte principal del desarrollo y de la expresión de la
sexualidad humana. Concebimos a la familia como grupo humano, que a la vez es
una institución social; muy cercano al individuo, que influye decisivamente en
la formación de su personalidad, particularmente en su orientación sexual, en
la satisfacción de muchas de sus necesidades humanas, y en su bienestar.
La familia está caracterizada por un modo de vida objetivo, que depende en
primer lugar de sus condiciones materiales de existencia y de las relaciones
sociales extrafamiliares en las que se desarrollan sus miembros.
La familia desarrolla
diversas actividades, socialmente condicionadas, que están encaminadas a la
satisfacción de las necesidades de sus
integrantes y de la vida en común; en las que se despliegan las relaciones
intrafamiliares, las que incluyen, entre otras, el rol de género, que conforman
una estructura sui-géneris. El fenómeno psicológico y educativo de la vida
familiar, en el cual centramos la atención por nuestro interés en la educación
sexual, depende además de la representación consciente y regulativa que la
familia se hace acerca de estas condiciones de vida, actividades e
interrelaciones.
La familia tiene, para
sus miembros, una razón psicológica de ser. Ellos se trazan ideales a lograr,
que son más o menos conscientes y estructurados. Esto ocurre no por capricho,
sino como respuesta a las exigencias encarnadas en los valores sociales, lo que
algunos autores llaman el modelo social de familia. Así, los miembros, en
familia, se trazan planes a corto y a largo plazo; y los mecanismos de comunicación, de identificación afectiva,
de evaluación interpersonal, etc; ejercen un control regulativo en su
cumplimiento.
Las exigencias sociales a
que nos referimos son específicas para cada etapa del ciclo vital por el cual
transcurre la vida familiar, diferenciándose de acuerdo a las referencias
socioclasistas de cada hogar. En nuestra formación económico social, de acuerdo
con varios estudios científicos, las familias priorizan su función educativa,
desde la infancia hasta el inicio de la juventud de los hijos. Es decir,
acometen conscientemente la tarea de preparar al hijo para la vida autónoma. En
el terreno de la educación sexual de los hijos, también encontramos que se
ejerce una acción y regulación más o menos consciente, pero a la vez se
manifiestan diversas formas de influencia espontáneas e incluso no reguladas
por la conciencia de los padres.
En resumen, la familia es
un pequeño grupo humano primario, cuyos lazos de parentesco y/o convivencia
conforman un sistema peculiar, que cumple entre sus funciones la de educar a
sus hijos y formar cualidades de su personalidad, entre otras su orientación
sexual. Esta acción formativa de la familia se ejerce a través de diversas
actividades y relaciones, y es regulada más o menos conscientemente por los
padres, que tratan de ajustar sus aspiraciones y exigencias educativas a los
valores plasmados en el modelo social existente sobre la familia, el cual se
representan a través de sus condiciones y su modo de vida.
Las familias con
hijos que presentan alguna deficiencia
o discapacidad, pueden comprenderse a la luz de la concepción general
desarrollada por la psicología. No estamos
ante una familia "diferente", aunque puede
encontrarse un medio hogareño más tensionado por el evento que produjo la
discapacidad, y su repercusión ulterior al desarrollarse las interrelaciones en
torno al hijo diferente.
Comúnmente recogemos el
criterio de que un hijo retrasado mental proviene de una familia con otros
miembros, especialmente los padres, que también son deficientes. Si bien esto
es cierto en algunos casos, muchas investigaciones demuestran que como
tendencia poblacional esto no es así: se trata más bien de un prejuicio social
dañino, porque frena los esfuerzos de la institución por acercarse a los padres
y recabar su cooperación. Una explicación interesante a la aparente correlación
entre el nivel intelectual de los padres y el de los hijos, que reportan
diversos estudios, se da en grupos poblacionales marginales, en donde las
condiciones socioeconómicas adversas afectan tanto a los hijos como a los
padres.
Al igual que en la
población general, existen familias con hijos minusválidos que son
disfuncionales y otras
que logran la funcionalidad, es decir, que mantienen el
equilibrio del sistema, a pesar de las dificultades por las que eventualmente
atraviesan. Estas familias funcionales logran un balance entre las distintas
actividades de la vida familiar, asegurando la satisfacción de las necesidades
de sus miembros de una manera aceptable para todos. Ellas despliegan recursos
para resolver a lo largo del ciclo vital las tareas del crecimiento de sus
hijos deficientes o discapacitados, lo que conduce a una progresiva
independencia y madurez de los mismos, sin que se frustren las vidas de los
padres.
Enfocando la mirada en
las familias disfuncionales, vemos que dejan de asegurar armónicamente
importantes actividades de la vida hogareña. Comúnmente tienen problemas en el
desempeño de la función económica, se pierde la incorporación de la madre al
trabajo social, disminuyen los ingresos en el núcleo, y la figura femenina se
recarga más aun de las tareas de la subsistencia.
La atención a la salud
del hijo distorsiona la dedicación de los miembros a otras importantes
actividades intrafamiliares. En particular, la vida de pareja de los
padres se afecta, en el núcleo familiar dejan de satisfacerse necesidades
sexuales y emocionales de sus miembros, pues las relaciones en torno al hijo
discapacitado desbalancean los vínculos afectivos del colectivo familiar. Lo
más grave ocurre cuando los padres postergan sus planes de realización personal
por centrarse en el cuidado del hijo, y ello les ocasiona frustraciones y
conflictos. A la vez, dejan de realizarse actividades del grupo familiar que
pudieran ampliar su cultura, enriquecer sus vivencias, recrear a sus miembros,
y contribuir a la socialización de los hijos.
Los padres que cuidan un
hijo discapacitado, muy tempranamente asumen una relación emocional y
comunicacional con el pequeño. En la medida que respondan a sus reclamos, y
también de acuerdo a la capacidad de reacción del niño al contacto, a la voz, y
otras estimulaciones adultas, se incrementará o disminuirá un vínculo afectivo
que resulta esencial para el desarrollo psicosexual. Una carencia de
comunicación emocional en esa etapa temprana lastrará todo el desarrollo psicosexual.
En particular, las
actitudes de los padres hacia el cuerpo, la salud, y las capacidades en
desarrollo del hijo, le van condicionando su autoimagen. Si los padres
manifiestan amor aceptante por el hijo y por su cuerpo, esto lo conforta y
favorece en su desarrollo. Si rechazan aspectos desagradables del físico del
menor, aunque parezca que existe preocupación por cuidar al hijo, ello lo
dañará. En resumen, el amor que los padres expresan por el hijo, la aceptación
que éste percibe, cimientan su amor propio, su autoestima futura.
Por lo común, los
familiares y adultos que rodean a los discapacitados los van valorando como de
muy pocas capacidades para
desenvolverse en la vida; por tanto, les dan menos estimulación, les plantean menos
exigencias. Luego los adolescentes
se muestran realmente inhábiles,
desconocedores, dependientes y esto confirma la valoración adulta. Pero lo
más terrible es
que estas subvaloraciones
reiteradas, estas conductas adultas de apartarlos de una vida normal, van
conformando en los
discapacitados una
autovaloración muy disminuida. En la adolescencia tienen muy poca confianza en
si mismos, se consideran inútiles; y muchas veces, desde el punto de vista
estético se sienten feos y desagradables. El sistema familiar con hijos discapacitados comúnmente está
amalgamado; es decir, sin respetar limites
claros entre las actividades adultas y las infantiles,
restando autonomía a todos, y provocando curiosas simbiosis emocionales. Al transcurrir
el ciclo vital familiar, y arribar el hijo deficitario a la adolescencia,
ocurre que los padres no lo "dejan crecer", le relegan importantes
tareas de la edad; le limitan las actividades con el otro sexo, pues cargan de
angustias los avances en el desarrollo sexual del hijo; o le riñen cuando el
muchacho, motivado por sus coetáneos busca
su independencia.
Los padres no quieren
abordar la realidad de que sus hijos van cambiando a partir de la pubertad, y
que inevitablemente en la adolescencia se manifiestan como seres humanos
sexuados, que expresan su sexualidad y desean también recibir amor. Los
conflictos "de crecimiento" son típicos entre las familias de
discapacitados físico-motores y sensoriales. Algunas de estas familias
presentan reiteradas discusiones, con clara carga agresiva entre los miembros.
En ocasiones se producen "escaladas" de recriminaciones en donde el
hijo juega con las culpas de los padres, y estos manejan las dependencias de
aquel.
También se manifiestan
problemas entre los miembros adultos de la familia, que a primera vista parecen
girar en torno a la atención al hijo. Como regla, cuando existían previamente
dificultades en el núcleo familiar, la deficiencia o minusvalía no esperada del
hijo, provoca las crisis. Es común en esta población de familias el divorcio de
los padres, lo que se convierte en un divorcio de alguno de ellos con el hijo.
Ante estas dificultades, a veces los padres presentan al hijo como el eje de
los conflictos, cuando realmente se trata del "paciente identificado",
que carga sobre si los problemas de todos.
Estas familias
"condensan" las culpas alrededor de los descuidos que creyeron tener
durante el embarazo, o el parto, o la infancia temprana del hijo. En cierta
medida las culpas tienen una interpretación en los valores interiorizados por
los padres, pues la sociedad espera que la familia procree a un hijo sano, lo
mantenga en salud, y hasta logre que sea hermoso. Cuando los padres creen que
no cumplen con este "modelo" sufren emocionalmente. De ahí las reacciones
más o menos inconscientes de aislar socialmente al hijo.
Con todas estas
situaciones, la familia con hijos deficientes o discapacitados tiene
dificultades para encarar la educación de sus hijos; comenzando por el proceso
de reconocimiento de las limitaciones reales del hijo (que frecuentemente esta
cargado de incógnitas angustiantes) y concluyendo con la elaboración de planes
para la vida futura de la familia y del hijo. Al acercarse a la adolescencia y
la juventud, los padres tienen necesidades más o menos conscientes de recibir
orientación para encarar la sexualidad de sus hijos, pues tienen grandes
dificultades para responder a las preguntas o demandas de ellos, o no saben
como reaccionar ante las nuevas manifestaciones de su comportamiento sexual.
LA
EDUCACIÓN Y ORIENTACIÓN DE LA SEXUALIDAD DE ESTOS ESCOLARES
Las investigaciones y
trabajos científico prácticos desarrollados hasta el momento en las escuelas
especiales, así como el estudio de la literatura internacional, nos llevan a
concebir las actividades de Educación Sexual como un sistema que tiene su eje
en los talleres grupales de educación sexual, se apoya en la influencia del
colectivo pedagógico, especialmente en las actividades docentes de diversas
asignaturas, especialmente Biología y Cívica. Además, conforman este sistema
otros elementos de la vida de la escuela: sus normas de funcionamiento, las
relaciones entre los alumnos y con los adultos, etc, que constituyen poderosas
vías de socialización para el alumno con discapacidades.
Además, a las acciones de
educación sexual directamente con los discapacitados, se añaden
obligatoriamente la orientación y educación sexual a sus padres, y la
capacitación a los educadores y al resto del personal que tiene incidencia en
la atención los discapacitados.
Las acciones para la
Educación Sexual de los
discapacitados se basan en los siguientes principios:
Desarrollar
la Educación Sexual como parte de todo el proceso de transformación de sus
personalidades, de su ajuste e integración social.
Darla
dentro de todo el proceso de educación escolar y familiar. ,
Llevarla
a cabo de manera activa, tomando al adolescente como un sujeto protagónico.
Desarrollarla
principalmente a través de acciones grupales, como aprendizaje interrelacional.
Acometer
la Educación Sexual respetando al sujeto, sus vivencias y sus valores. Asumir
que cada persona tiene un desarrollo psicosexual peculiar, único, y respetarlo
como condición para propiciar su desarrollo.
Darle
al adolescente toda la información de la vida sexual y la orientación
psicológica necesaria para que pueda decidir su vida sexual de una manera
autónoma, y responsable.
Enfocarla
para orientar y prevenir. Adelantarse a los problemas que podrían presentarse
si no estuviera en cada edad adecuadamente preparado. Pero también se pueden
curar trastornos y resolver problemas que agobian al sujeto.
El problema del
discapacitado fisico-motor o sensorial no consiste en aceptarse y adaptarse a
sus limitaciones, sino en descubrir sus posibilidades humanas y potenciarlas.
Por lo tanto; no se trata de prepararse para tolerar las frustraciones, para
manejar el repudio, o para sobreponerse al desprecio; sino de afirmarse como
personas con todos sus derechos de asumir su sexualidad plenamente.
La riqueza y variedad de
la sexualidad humana da cabida a que cualquier discapacitado físico-motor la
exprese y la disfrute con los recursos de su personalidad y de su cuerpo. Todos
pueden llegar a ser aptos para buscar y encontrar su plenitud sexual. Los
adolescentes discapacitados sensoriales o físico-motores tienen, como toda
persona, el derecho a vivir su propia experiencia y aprender de ella, aunque
sea de sus equivocaciones. No es justo tratar de resguardarlos de posibles
riesgos o presuntas frustraciones en sus primeras experiencias amorosas. En base a lo
anterior, su educación sexual tiene los siguientes objetivos generales:
Orientar
a estos adolescentes en momentos cruciales y a veces difíciles del proceso de
su desarrollo psicosexual.
Permitirles
que expresaran el autodesarrollo de sus personalidades en la esfera sexual en
la institución en donde se encuentran, tomándola como parte crucial del proceso
de su rehabilitación.
Contribuir con nuevas vivencias al
desarrollo de sus personalidades.
Mejorar y enriquecer sus relaciones interpersonales.
Elevar su autoestima, corregir sus subvaloraciones.
Contribuir al desarrollo de valores ético-morales en torno a la sexualidad
Ampliar
conocimientos sobre la sexualidad, y erradicar concepciones equivocadas en este
terreno.
Enseñarles medidas de higiene y salud sexual
Los propósitos de la educación sexual a los
deficientes intelectuales son:
Que
comprendan sus sentimientos y necesidades en lo relacionado a su esfera psicosexual,
así como las de otras personas que lo rodean.
Que
aprendan a comunicar estos sentimientos y necesidades a su pareja.
Que
aprendan acerca de su cuerpo y el cuerpo del otro sexo: su higiene y cuidado,
su funcionamiento, etc, hasta poder sustentar su conducta responsable.
Que
lleguen a desarrollar comportamientos socialmente aceptados. (La educación
sexual puede plantearse, además, erradicar
los inaceptables)
Enseñarles
la necesaria privacidad de sus funciones genitales.
Que
aprendan a lidiar con sus deseos y con su cuerpo: enseñarle sobre la masturbación
por medios que no le causen daño, y permitan una culminación exitosa.
Que
comprendan sobre la vida de pareja, sobre la familia, y sobre los hijos; lo que
incluye la regulación de la natalidad.
Sobre la base de estas
concepciones, en los años 90 se están desarrollando novedosas experiencias en
nuestro país para la implementación de
talleres de educación de la sexualidad de los adolescentes y jóvenes que
presentan defectos discapacitantes. En el caso de los discapacitados físico
motores, las experiencias con adultos abarcan al Hospital Nacional de
Rehabilitación. Es de señalar que en dicha institución se abrió un espacio a la
consulta de terapia sexual con discapacitados, aunque sus servicios aun no son
conocidos por todos los necesitados.
A la vez, en varias
escuelas especiales se lleva a cabo la orientación grupal a los padres para que
aborden adecuadamente la sexualidad de sus hijos discapacitados.
Preparamos ya las
primeras publicaciones sobre los novedosos métodos que se han implementado para
esta labor; y se imparte sistemáticamente superación a profesionales
interesados por parte del Centro de Referencia Latinoamericano para la
Educación Especial, en coordinación con otras instituciones.
Sin embargo, el camino a
recorrer hasta la completa aceptación social de la sexualidad de las personas
con defectos discapacitantes es largo. Aún no contamos con espacios sociales
adecuados para ir transformando los prejuicios y estereotipos acumulados
durante años. Confiamos que la lucha que todos llevamos adelante por la plena
integración social haga contribuciones decisivas en este sentido.
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